Notas al programa

La resurrección de Jesús se muestra como la expresión gloriosa y triunfante del poder de Dios en la tierra. Para los seres humanos, poder vencer a la muerte, al dolor, alcanzar la inmortalidad supone el sueño de toda vida. Especialmente si esa inmortalidad está vinculada al Paraíso, a la Bienaventuranza eterna, como una plácida y jubilosa utopía que contrasta poderosamente con una realidad llena de incertidumbres, esfuerzos, agobios y trabajo. Ya en los versos de Gilgamesh, el poema épico más antiguo que se conserva, (2.000 a.C., Mesopotamia), el rey-héroe va en busca de la inmortalidad, abrumado por el sufrimiento tras la muerte de su amigo Enkidu. Asimismo, la antigua civilización egipcia perseguirá la obtención de la inmortalidad a través de ritos religiosos y creencias en la vida del más allá que rigen la vida cotidiana de sus habitantes, las festividades, el arte y la cultura. Mientras los griegos visitan el inframundo de la mano de Ulises en la Odisea, sin obtener demasiadas garantías de felicidad en la sombría vida de ultratumba que imagina Homero, los hebreos escuchan a sus profetas, anunciando a un elegido de Dios que alcanzará la vida eterna, la inmortalidad. El profeta Isaías, que vivió en el siglo VIII a C., proclama que el enviado de Dios “destruirá a la muerte para siempre”. Esta raíz profética se encarna en el cristianismo, que proclama la resurrección de Jesús de Nazaret, hombre y Dios, resucitado de entre los muertos y ascendido a los cielos. Todas las frases del Credo explican este hecho prodigioso: Él fue crucificado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos. Un ser humano apaleado, escarnecido, asesinado. Y tres días después, según el Evangelio, comienza a aparecerse a sus atemorizados seguidores. “No tengáis miedo”. ¿Se puede sentir mayor alegría? El júbilo por un acontecimiento glorioso que supera nuestro entendimiento será el hilo espiritual que una las obras del programa que les presentamos.

Coro Francis Poulenc

El Coro Francis Poulenc, fundado en 1993 por Blanca Anabitarte, ha consolidado en los últimos años una destacada trayectoria en el ámbito de la música antigua, colaborando con grupos de carácter historicista, como El Arte Mvsico o The New Times Baroque Ensemble. Ha participado en festivales nacionales e internacionales y realizado colaboraciones con destacadas orquestas sinfónicas. Blanca Anabitarte, formada en el “New England Conservatory of Music” de Boston, ha ocupado la Cátedra de Dirección de Coro del Conservatorio Superior de Música de Castilla y León entre 2000 y 2023 y dirige también los coros de mujeres “Vicente Larrea” de la Fundación Santa María, y “Con Voz Propia” de Madrid.